Tras un pequeño parón obligado por
cuestiones de fuerza mayor recupero el blog (que ya tocaba), y es que hay mucho
de lo que hablar. En esta ocasión quería hacerlo sobre el efecto de los medios
de comunicación sobre el patrimonio y la responsabilidad que tienen para con
él. Y es que si la difusión es absolutamente necesaria también lo es el rigor y
la sensatez. En las cuestiones que nos afectan el periodista de turno no se
puede permitir llevar por la emoción, plantear hechos cuestionables como
verdades absolutas, ajustar los hechos a la teoría a placer o, lo peor de todo,
pasar a inventar directamente. Lamentablemente no se puede evitar que algún
periodista caiga en el error de vez en cuando, ya sea con la mejor de las
intenciones o no. Y voy a pasar a los ejemplos para que esto se entienda mejor.
Este mismo año, durante la tradicional
campaña arqueológica de verano en el yacimiento de Bilbilis (Calatayud) sucedió
este fenómeno. Y puedo constatarlo de primera mano ya que yo mismo era miembro
del equipo de excavaciones en ese momento. Durante los escasos veinte días que
dura la campaña, Bilbilis se convierte en noticia y, por tanto, los periodistas
son atraídos como abejas a la miel y uno se acostumbra a su pululeo por la zona
haciendo las mismas preguntas aquí y allá. Pues bien, uno de nuestros bien
intencionados amigos creyó leer lo que no era en el Diario de Excavaciones de
Bilbilis y Valdeherrera que el equipo redacta con las novedades de interés.
Como resultado nos encontramos un artículo de dos páginas en un periódico de
tirada nacional como es el ABC en donde se afirma que se habían encontrado nada
más y nada menos que tres lingotes de oro. Grave confusión, y es que nuestro
amigo se dejó llevar por el entusiasmo leyendo oro en vez de hierro. Y no hace
falta ser un lince para saber que esta errada información supone un tremendo
daño para el yacimiento. Decir algo así es como darles un pase VIP a los
“piteros” y detectoristas que destrozan el patrimonio en busca de tesoros
hollywoodienses.
Otro ejemplo, este más reciente y de
mayor alcance se trata de la sorprendente noticia que el programa de televisión
Cuarto Milenio, comandado por el periodista Íker Jiménez, se atrevió a lanzar.
El descubrimiento nada más y nada menos que de una pirámide en Cuenca. Y no, no
es un chiste. Sin embargo, la polémica es alimentada por la entrevista y
ensalzamiento en el programa del “descubridor”, Manuel Abril, tratado de
“arqueólogo aficionado”, cuando este concepto ni existe. O se es arqueólogo o
no lo es, de igual manera que se es cirujano o no. Otra cosa bien distinta es
ser aficionado a la arqueología, aunque el mismo por norma general entiende que
para según qué cosas existen unos procedimientos y un propio respeto hacia los
yacimientos. Uno no se puede poner de repente a picar en una zona declarada
como arqueológica sacando materiales para llevártelos a casa y emplearlos para
sustentar teorías sin base en la práctica. Personalmente considero que
existen hobbies mucho más responsables y
menos dañinos.
Si bien es cierto que el “aficionado”
rectificó y cedió los materiales recuperados al museo de Cuenca el daño ya está
hecho, y lo que no se puede hacer es apología del expolio escudándose en el
entusiasmo y el interés humano que tan bien hacen. Íker Jiménez es un gran
comunicador y eso no se puede negar. Es un señor que de hecho se gana la vida
con la palabra y lo hace maravillosamente bien, pero en este caso habló más de
la cuenta. Por supuesto las reacciones no se han dejado esperar y los
profesionales enseguida se han manifestado llamando a la cordura. El Colegio de
Arqueólogos de Madrid mismo hizo público un comunicado en el que exigía al
periodista una retractación y no descartaba emprender acciones legales.
Vamos a ver, el yacimiento se conoce
desde los años 70 y en el 2004 fue añadido a la carta arqueológica municipal.
La morfología de las estructuras se han identificado con una fortificación que
de hecho tiene paralelos en la Península y, en el caso de no ser una
fortificación prerromana se trata de un yacimiento protegido por la Ley 4/2013
sobre Patrimonio Cultural de Castilla La Mancha y su intervención por
espontáneos constituye un delito. Pero claro, la realidad no siempre vende.
Resulta verdaderamente curioso lo
atractivas que resultan las pirámides y lo bien que venden. Parece una
necesidad humana tratar de encontrarlas en los lugares más insospechados aunque
su empleo se trate de algo recurrente como estructuras básicas que son, sin
desmerecer la tecnología y conocimientos para su elaboración. Por supuesto la explotación
de nuestra querida pirámide conquense no ha hecho más que empezar.
En definitiva hay ciertos límites que
han de ser respetados y los medios han de tratar de actuar de manera
responsable. Se trata de daños que nos repercuten a todos y con un poco de
tacto son fácilmente evitables.
La pirámide en cuestión. Fotos realizadas
por Luis Cañete extraídas del Diario Voces
de Cuenca
Enlaces de interés:
http://museodecalatayud.blogspot.com.es/2015/08/aclaracion-los-lingotes-de-bilbilis.html
http://zaragozaturismo.dpz.es/ficheros/2015/docu79320.pdf
http://zaragozaturismo.dpz.es/ficheros/2015/docu79320.pdf
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